La inesperada muerte del ultimo miembro de la casa Canmore causó una crisis sucesoria en Escocia. Los siguientes intentos del rey Eduardo I de Inglaterra de socavar la independencia escocesa provocaron una rebelión encabezada por William Wallace, que culminaría con la derrota inglesa en la batalla del puente de Stirling. Eduardo reunió un ejercito, marchó hacia el norte y arrastró al ejercito de Wallace a la batalla de Falkirk. Entre acusaciones de traición, los lanceros de Wallace cayeron bajo las flechas de los arcos largos ingleses y luego recibieron la carga de la caballería, siendo prácticamente aniquilados. Wallace fue hecho prisionero y ejecutado en 1305, pero ya era tarde para extinguir la llama de la rebelión.