Esperaban parapetados en sus palacios el asalto de los bárbaros. Imaginaban a salvajes escoceses capitaneados por William Wallace cargando desordenadamente hacia ellos. Sin embargo, para cuando quisieron darse cuenta, los bárbaros ya habían entrado en los palacios. Y no tenían un aspecto tan aguerrido, eran apenas ciudadanos armados de escobas y fregonas (se trataba de limpiar, al fin y al cabo) que habían entrado por las puertas de las instituciones empujados por otros ciudadanos.