Daniela Alcívar Bellolio, una de las voces más honestas y radicales de la literatura ecuatoriana, explora en su primera novela la muerte y el deseo desde un lugar de extrema vulnerabilidad: el de la experiencia de la pérdida. Aquí no existe el artificio del orden narrativo, sino lo conmovedor del caos de un cuerpo doliente, que grita el vacío que lleva adentro y que trabaja una palabra poética e indomesticada, un lenguaje habitado por el miedo, la culpa y la necesidad de sosiego.