Saciada nos llena el alma de una inmensa necesidad de entrega total a todo lo espiritual. Nos une a un Dios vivo y real. María Arrillaga pudo trasladar su sentimiento divino a la palabra sencilla, dulce y melodiosa de su diario quehacer. Ella quiere que por "su discernimiento de imperfecciones, el Señor le reclame mansedumbre y humildad". Y le ofrece a Dios su libertad, en el más profundo replicar de su palabra mística.
Evelyn Cruz