El problema para los intelectuales no es si se debe intervenir en el espacio público, sino cómo y para qué se interviene en ese espacio. Propongo que se debe intervenir como una voz que se suma a una polifonía de voces que tratan de luchar contra lo que llamamos el imperio del sentido común y la simplificación reinante. Intervenir públicamente tratando de ir en contra de la avalancha del sentido común, contra la banalización y la superficialidad, es decir, contra la simplificación del mundo, es una tarea política estratégica.