Como es característico en Gaiman, el mundo sensible no es más que un mero velo o una ilusión tras la cual se despliega un sinfín de realidades paralelas y mundos alternativos, casi siempre amenazantes y ominosos. En la mente creativa del autor, todo es posible: laberintos lunares, amigos imaginarios de carne y hueso, iglús fabricados con libros, piratas muy peculiares, caseras asesinas, objetos hechizados, tarjetas de felicitación que alteran el espacio-tiempo... Un muestrario de circunstancias singulares que confieren a los protagonistas un abanico de experiencias capaces de revelarles conocimiento de sí mismos y emociones que ni siquiera sospechaban poseer.