Y ¿quién era, después de todo, Nenuco? Para unos era el hijo de Candela, un jíbaro de monte con buena suerte, un chamaco carismático al que le gustaba compartir con sus mayores y ayudar a los más necesitados; y para otros era un mafioso sin escrúpulos, el líder de una poderosa y siniestra banda de narcotraficantes que sembró el terror a lo largo y ancho de un archipiélago de islas llamado Puerto Rico.
Una cosa tenían todos muy clara: Nenuco era el que había nacido para mandar.