“Los nuevos caníbales es un paronama excepcional de la cuentística caribeña reciente.”
– Mario Cancel, UPR Mayagüez
“La cuentística más reciente que ocupa esta antología no es una de predecible discurso homogéneo, es, más bien, una familia de tipos de discursos en la que cada escritor puede tener estructuras textuales muy distintas, pero que en la unidad el resultado es una función sociocultural similar (en última instancia, la literatura, muchas veces, se define en su contexto sociocultural). De manera que sus instituciones, sus clases sociales o grupos, sus espacios físicos e intelectuales y las influencias de otros espacios, han determinado sus particulares intereses literarios dentro del ámbito común de la caribeñidad. Los seres que pueblan este espacio viven una conflictualidad intensa porque el mundo de ellos no es el utópico, ni onírico (aunque aparente pesadilla), fantástico o mitológico sino el mundo que se define en la contradicción y la incoherencia: el genio idiota, el desespero de la esperanza, la imagen de lo que no se es, el disparate narrado. Este mundo se “de-construye” en muchos de estos relatos a través de un metalenguaje tan antillano como cosmopolita. Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, parte de ese espacio antillano tan conflictivo y similar como distante y sencillo, participan con estos relatos de esa “anthropomancia”, que consiste en buscar de entre sus vísceras comunicantes la adivinación de lo que son y lo que serán. De ahí su título: Los nuevos caníbales, porque comen de sí mismos, destruyéndose para re-crearse, y también, como nuevos hambrientos, van tras huellas de Carpentier, Alonso, Cardoso, Bosch, Díaz Grullón, Contreras, González, Sánchez y Vega, entre otr@s. Es una ecuación oracional que pare, como la malinche, esa cosa rara, esa aversión, desde otros ojos, para hinchar la tierra. Estos cuentos son criaturas que se convierten en los devoradores de su misma especie. Sí, son caníbales no sólo por lo aprendido o heredado, sino porque muy poco se asombran de lo que están devorando, aunque los lectores padezcan el desasosiego placentero de su lenguaje náutico que viaja a través de sus propios cuerpos, que les sirven de alimento.”
– Ángel Rosa Vélez