Hay tres cadáveres con nombre y vida en Los muertos y el periodista. Hay más, pero tres son esenciales. Tres hermanos salvadoreños pobres cuyos cuerpos aparecieron desfigurados (como poco) en un cañaveral. Este libro cuenta su historia. ¿Los tres hermanos han muerto realmente en un enfrentamiento entre pandilleros rivales? ¿A quién se protege no investigando las pruebas? ¿Qué cuentan los testigos que se atreven a hablar? Pero, junto con su historia, cuenta varias más: historias que componen el fondo de un abismo moderno.
Por estas páginas asoman narcos, sicarios, policías corruptos, asesinos impunes y políticos que tapan los crímenes. En estas páginas hay poca redención. Abundan las dudas. A través de las experiencias vividas por el autor, que pasó trece años cubriendo una de las esquinas más violentas del planeta, se cuenta un mundo. Y ese mundo, que es el nuestro, es un mundo sobre el que casi nadie quiere oír. El lector tiene en sus manos un texto brutal y necesario, que reflexiona sobre los riesgos, la ética y la necesidad del oficio de periodista.
Por estas páginas asoman narcos, sicarios, policías corruptos, asesinos impunes y políticos que tapan los crímenes. En estas páginas hay poca redención. Abundan las dudas. A través de las experiencias vividas por el autor, que pasó trece años cubriendo una de las esquinas más violentas del planeta, se cuenta un mundo. Y ese mundo, que es el nuestro, es un mundo sobre el que casi nadie quiere oír. El lector tiene en sus manos un texto brutal y necesario, que reflexiona sobre los riesgos, la ética y la necesidad del oficio de periodista.