
Davina tiene doce años y anhela ganarse un récord Guinness, pero la vida en su pueblo en Cuba le depara otras historias, entre ellas cuidar de su padre pintor, quien padece de una condición de nombre largo, razonar con su madre, quien se aferra a sus ideas, y acompañar a su abuela, quien, a pesar de la precariedad, tiene una solución para todo. Pese a las dificultades, Davina aprenderá, de la mano de su ingenio y de su comunidad, que la vida puede dar muchos giros cuando la percibes a través de la ventana de las palabras. Solo hay que saber mirar.