Clarissa se prepara para dar una fiesta y, en su camino, se cruzan antiguos amantes, amistades de infancia y un excombatiente suicida.
Bajo su aparente sencillez, esta premisa oculta una estructura compleja, en la que el pasado y el presente se entrelazan en un intricado juego narrativo. La autora emplea la cadencia rítmica de su prosa—que fluye como las conciencias de sus personajes—, los saltos temporales y los diferentes puntos de vista para demostrar que tras el mundo figuradamente ordenado que rodea a Clarissa subyace un caos interior.
En esta novela, Virginia Woolf rompe con la narrativa británica tradicional y propone una magistral reflexión sobre el paso del tiempo, el feminismo y la locura.