Hay algo en la piel de las cosas que nos pertenece. Algo que no se nombra del todo, pero que persiste. La piel es frontera y es memoria. Guarda las huellas del tacto, del tiempo, del deseo y de la ausencia. Nos cubre, pero también nos revela. Es la historia del cuerpo, de los encuentros, de la caricia y la herida.
Las cosas, a su vez, son testigos silenciosos del mundo. En ellas, como en la piel, quedan impresas las sombras del pasado, los ecos de un beso, el sabor de una despedida. Las cosas tienen piel porque nos tocan, porque nos transforman, porque nos recuerdan lo que hemos sido.
Este libro es una exploración de esas superficies sensibles: la piel de los cuerpos, la piel de los recuerdos, la piel de los objetos que nos rodean y de los que alguna vez fuimos parte. Es un viaje entre lo tangible y lo imaginario, entre la pasión y la melancolía, entre la materia y el misterio.
Aquí, el amor se desliza como una ola en la arena, la nostalgia se adhiere a la textura de la memoria, y el deseo deja su rastro como una brasa en la piel. Cada poema es una grieta, una luz, una respiración que busca en lo más hondo de las cosas aquello que nos hace humanos.
La piel de las cosas, como los versos, no se impone: se insinúa. Susurra. Se deja tocar con lentitud. Se abre como se abre un cuerpo al amor o una herida al recuerdo.
Este es mi territorio de palabras y de ecos. Un mapa de cicatrices, de llamas, de latidos.
Que en la piel de estos versos encuentres el temblor de lo que aún nos toca.