La verdadera tragedia sume al hombre en el abismo. El universo trágico no se manifiesta en las catástrofes de Job ni en los dramas de Victor Hugo; no habita tampoco el primer Fausto de Goethe. Para existir, la tragedia necesita de la imposibilidad absoluta de justicia, redención, diálogo o misericordia; en el mundo de lo trágico, el hombre es un huésped inoportuno, un ser expulsado.
A pesar de la frecuencia con que se habla de tragedia, la esencia poética que la conforma sólo ha brillado ocasionalmente en la literatura. Con esta premisa, Steiner hace una revaloración de la tradición dramática occidental, desde Shakespeare hasta Beckett, en busca de los factores que desviaron por primera vez la flecha de la fatalidad trágica y de las razones por las que el acero de su punta alcanzó sólo a algunas de las grandes obras dramáticas de la modernidad.
A pesar de la frecuencia con que se habla de tragedia, la esencia poética que la conforma sólo ha brillado ocasionalmente en la literatura. Con esta premisa, Steiner hace una revaloración de la tradición dramática occidental, desde Shakespeare hasta Beckett, en busca de los factores que desviaron por primera vez la flecha de la fatalidad trágica y de las razones por las que el acero de su punta alcanzó sólo a algunas de las grandes obras dramáticas de la modernidad.