En 1999 le fue negada la posibilidad de abortar a Paulina Ramírez a pesar de que había sufrido una violación. Los médicos que la atendieron se negaron a interrumpir el embarazo pretextando objeción de conciencia y la pusieron, con tan solo trece años, en una encrucijada vital. De esta manera, una decisión sustentada en creencias religiosas contravino una decisión personal que además estaba protegida por la ley. Escribí La herida de Paulina no sólo porque me lo pidieron Marta Lamas e Isabel Vericat, sino porque es indignante que en un estado donde el aborto por violación es legal, éste le haya sido negado a una niña de trece años. Médicos y asociaciones religiosas se salieron con la suya en aras de una abstracción. ¿Cómo se atreven grupos religiosos a intervenir en la vida de los demás? ¿Cómo pueden juzgar qué es lo mejor para Paulina? ¿No debería la niña estar en la escuela, platicar con sus amigos, comerse un helado, pensar en el futuro? La Iglesia católica que está detrás de Provida considera que tiene la verdad revelada.