XX años de El Sótano 00931
“Subir, subir, y luego caer”, canta una zarzuela. Los poetas del Sótano 00931 hicieron lo contrario, bajaron para subir. Y con un éxito que evoca la sabia propuesta de Jung: no se llega a la iluminación imaginando la luz, sino viviendo antes la oscuridad de un pozo. He leído con alegría esta magnífica antología preparada por el cancerbero que custodia la puerta del inframundo donde se cuecen las habas de la poesía: el admirado poeta Julio César Pol. Y tengo el honor de haber compartido con varios de estos poetas del sótano su gestación en una cueva mágica, el sótano del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, que hace años describí como el “ominoso –por ser reino indisputado del hongo– pero tan querido sótano del edificio Pedreira”, y donde enseñé varios cursos. Pero el sótano fue una matriz fértil, porque propició el nacimiento colectivo de una generación de poetas que lograron la supervivencia escribiendo y publicando más de 40 poemarios, y como lo dice Pol, creando una poesía etnográfica que privilegia la experiencia en un tiempo y un espacio concretos. Y que pone el acento en los espacios marginales –el hogar, la persona colectiva, los lugares de tránsito como el elevador, el tren urbano, el aeropuerto–, celebrando la ausencia de la luz, el tiempo medido por el placer y la poesía como ficción. Invito al curioso lector a sumergirse en un mar de sorpresas, perplejidad y placer antes de nadar hacia la orilla de la cotidianidad.
–Mercedes López-Baralt
Universidad de Puerto Rico