En la búsqueda de justicia que emprende Rosalía, despojada de sus hijos, su patria, su trabajo y finalmente de la libertad, al verse encerrada en un sanatorio mental, basta el buen corazón de un interlocutor curado de miedo a los muertos. Por eso, la intención de Greidy y su padrino a esta alma en pena es crucial para que su palabra tenga algún efecto trascendente. Más que la prueba clara del dominio de la pluma alcanzado por Marithelma Costa aquí, por la habilidad para gestionar varios tiempos narrativos, incluido el del inframundo, sea su segunda novela una advertencia para aquellos que, no siendo todavía pasajeros de Caronte o de algún otro barquero, desatienden la vida preocupados por los pendientes, al cabo argumentales, que dejarán cuando les toque beber las aguas de la Estigia.