El viejo Raúl, protagonista de este drama, es uno de muchos de aquella generación de los setenta, que fueron secuestrados por agentes encubiertos de la Policía y obligados y comprados para ser chotas o informantes infiltrados en núcleos comunistas y socialistas de Universidades y residenciales. La guerra fría los utilizó hasta corromperlos para que cometieran las más bajas y rastreras traiciones a su Patria. Muchos no sobrevivieron para contarlo. Otros como Raúl mismo, se dieron cuenta de la trampa, y como pudieron, si bien huyeron desde sus escondrijos combatieron al mismo sistema que los esclavizó. Se convirtieron en verdaderos soldados de esa verdad puertorriqueña inaceptable y cruda de que todos nuestros males ni son de izquierda ni son de derecha, sino de nuestra natural tendencia a la autodestrucción, a nuestra vulgar incapacidad de ser felices.