En un viejo almacén de la avenida Esmeralda un muchacho descubre el manuscrito de una novela china escrita de oído por el bisabuelo de su maestra en sabores helados, la adolescente de rasgos orientales Cecilia Fong. Años después, el descubridor, periodista de ocasión y sinólogo de obsesión, ha sido capaz de traducir el manuscrito encontrado y de añadirle una tupida enredadera de entradas y salidas. Las rutas que esta novela propone son tan abundantes como mi ignorancia de la China. Sí, la China.