Con una voz que recuerda el «viaje alado» que es la poesía en la obra de Julia de Burgos y la «rebelión» de la mirada en la de Alejandra Pizarnik, los poemas de Ivelisse Fonseca Lago registran historias que emanan de su vagar errante por las geografías del afecto. Esa búsqueda de un sentido que pueda en algún punto traducirse en sosiego se revela como garantía de conocimiento. Pero el viaje, como nos sugiere Kavafis, si ha de ser transformador, tiene que dilatarse en infinitas calas. Poco importa el fin del trayecto cuando la respuesta se halla en los andares que los poemas de Fonseca Lago cartografían con sutileza al explorar los motivos del amor, las fronteras, la amistad, la maternidad. Este círculo es mío es un monumento a lo vivencial en el que la palabra se alza como una suerte de bálsamo para testimoniar «que estamos vivos en esta época».
Néstor E. Rodríguez