Tramados con perfecto sentido de oficio, estos relatos podrían calificarse de historias anómalas que son también historias "naturales". Se afincan en la engañosa línea que nos separa de los otros, justo allí donde las buenas intenciones traicionan. "La casa de la memoria" cuenta el plan de un manicomio perfecto -¿encierro generoso?- y el germen de una obsesión. En "Pasión de archivo", la devoción filial de un padre traduce una oscura inclinación al coleccionismo secreto. Una viajera puritana de principios del siglo veinte experimenta, en "Informe de guerra", cómo el animal se adueña de la naturaleza humana e impone su temible encanto. En "Pasadizo", un matrimonio -esa otra criatura fascinante que es mucho más que dos- intenta vencer el hastío; pero el deseo no reconoce acuerdos cuando se violenta la libertad de los sueños. Fábulas de monstruos, adicciones y fetiches, la lógica impecable de estas narraciones deja siempre una salida, un movimiento que rompe su propia camisa de fuerza, como si al contar se liberara algo que la anécdota esconde: la belleza inquietante, su espléndida revelación.