En cada uno de los poemas del Templo se respira la intensidad del recogimiento. Los espacios en blanco muestran lo visible e invisible de lo que se nombra pero no se dice. Lo decisivo es la visión del instante, la devoción del momento, pero también el ocaso de la mirada, la fugacidad infinita. Ni afuera ni adentro: nada más impersonal, nada más íntimo: Escribo en el aire / para que nada permanezca.
Francisco José Ramos