Desde temprano en el siglo XVI se instituyó un elaborado sistema de dotación para el culto y clero el cual, poco a poco se convirtió en oneroroso para los vecinos de la Isla. A partir de la última década del siglo XVIII, este sistema de dotación, junto al aumento poblacional y el crecimiento socioeconómico, comenzó a generar un sobrante mayor del cual el Estado español se apropió y empleó para otros propósitos ajenos al sostenimiento del culto y clero.