Los recuerdos son fantasmas, atraviesan nuestra piel y nuestros sueños. Las calles de Saigón, el sabor dulce de los mangos y los gestos sumisos de las niñeras, el olor infecto de las cárceles de Hanoi, el color dorado del pelo de su madre, un vestido verde que deslumbraba, y esa manera tan suya de cruzar y descruzar las piernas que volvía locos a los hombres. Luego la revolución cubana y más tarde las palabras inspiradoras de Simone de Beauvoir, que mostraban el camino hacia la liberación de la mujer. Finalmente, algunos años después, la rendición de un cuerpo que no había aprendido a pactar con el paso del tiempo. Évelyne Pisier quería contar la historia de su madre, y a través de ella la suya propia; se había empeñado en recuperarla y no dejar que tantos años de vida política, amor y lucha se olvidaran. Poco a poco, página a página, y con la ayuda de su editora Caroline Laurent, la historia de madre e hija fue creciendo y tomó tintes novelescos.