Contra las simplificaciones, Joe Agront argumenta: “El olvido es como la cereza que está encima de un pastel de pura mierda que se llama Alzheimer”.
Y donde otros corren el riesgo de sermonear, él, con su narrativa clara, extiende una breve —pero muy ilustrativa— muestra. A pesar de la habilidad con que se desarrolla Antes de que olvide mi nombre, no alcanzaremos a entender el dolor; volveremos a nuestros ajetreos cotidianos, pero habremos cambiado para siempre, porque a libros como éste no los difumina el olvido, sino que están destinados a temblar en los cimientos de nuestras sociedades hasta cambiarlas. Y ojalá, porque la calidad de vida de quienes suman a sus tareas domésticas el cuidado de un enfermo, o la que este mismo experimenta, puede ser algún día nuestra suerte.
Y donde otros corren el riesgo de sermonear, él, con su narrativa clara, extiende una breve —pero muy ilustrativa— muestra. A pesar de la habilidad con que se desarrolla Antes de que olvide mi nombre, no alcanzaremos a entender el dolor; volveremos a nuestros ajetreos cotidianos, pero habremos cambiado para siempre, porque a libros como éste no los difumina el olvido, sino que están destinados a temblar en los cimientos de nuestras sociedades hasta cambiarlas. Y ojalá, porque la calidad de vida de quienes suman a sus tareas domésticas el cuidado de un enfermo, o la que este mismo experimenta, puede ser algún día nuestra suerte.