Sus ensayos y su imaginativa y experimental obra poética quedan al reguardo del tiempo. Eso que llaman inspiración, numen u oficio de cuentera le dictó el momento de entrar en las profundidades de su conciencia y envolverse en la niebla, como voluta incorpórea. De abrir los ojos para verse rodeada de imágenes, figuras, lugares conocidos o exóticos. Ha carbonizado la membrana de su conciencia, electrizado sus dedos con letras, palabras, frases, oraciones, en este viaje maravilloso de luces y penumbras. De cumbres muy elevadas o bajos y repugnantes fondos, del cual me hizo su agonista.
Es el momento definitivo de mi estadía en ese tortuoso y contradictorio universo de creación. Para vivir eternamente en él con el nombre de Radamés, lo más entrañable de su vida. El personaje ha taladrado su alma como un prodigioso puñal de luz.