Paraje de tránsito se enmarca dentro de la poética narrativa que particulariza la generación del setenta: la pasión por la historia como elemento de instalación en el devenir.
En esta novela, un emigrante español que llega al "país del encanto" se casa, tiene hijos en medio del terror infundado de la guerra fría, de la hecatombe de Vietnam, del acoso encubierto a los independentistas. En el plano íntimo familiar prosigue el movimiento de los demonios culturales, acostumbrados y nuevos: el culto a la madre como avatar de la Dolorosa, el alcoholismo, cada vez más anegante, de un padre autoritario, la concepción de la hija como eterna niña inocente, el destino vergonzoso de un hijo transexual y la inutilidad intelectual de otro hijo según los conceptos más prosaicos del éxito.
Esta narrativa es la atmósfera que precede a la tempestad en donde se perturban los valores más canónicos de nuestra conciencia pequeño burguesa.