La violencia social, la matrimonial, el celo, la envidia y el crimen, así como la altanería, el narcisismo y la sumisión al mundo del delito, pueblan la conciencia de muchos de los personajes de esta magna obra. Pero es quizá su acercamiento a la alineación que produce la religión cristiana, entronizada como fundamentalismo asesino en nuestra marginalidad, lo que hace que esta obra brille su urgencia.
Las formas dramáticas y los acercamientos humanísticos de Nuestro Barrio nos recuerdan la excelsitud de Our town de Thorton Wilder a cada momento, influencia a la que Canales le ha pintado con la sangre de las calles nuestra mortal identidad intervenida. Y es una asombrosa influencia a la que Canales le ha sacado el mejor de los partidos, pues no existe en nuestra dramaturgia puertorriqueña, hasta Nuestro Barrio, una obra donde todo el pueblo marginal -y todos los personajes que en él muerden la hegemonía-, sea el protagonista.