Hace 20 años, empecé a escribir un cuento sobre la insurrección haitiana contra Jean-Claude Duvalier. Ese cuento trataba de ser un homenaje a la amistad entre dos hombres, un marinero y un sacerdote de vudú, y también al país cuya magia me había seducido desde que era niña. El cuento creció, se me fue yendo apasionadamente de las manos y se convirtió en mi primera novela. Me satisface que Ediciones Callejón rescate estas páginas en momentos en que Haití, de cara a su bicentenario, sigue luchando por su integridad, por su soberanía, y por la amistad en cierta forma; esas alianzas individuales y colectivas, que son las que en definitiva forjan la voluntad de un pueblo.