Entre todos los aspectos duros de la adolescencia, ser incapaz de defenderse quizás sea el más injusto según el punto de vista de Deán Anderson. Con diecisiete años, tímido e incapaz de socializar, es el blanco perfecto para que los chicos de su edad hagan de él su saco de boxeo personal. Solitario y desesperado se encuentra dispuesto a lo que sea por cambiar su realidad: Incluso desatar fuerzas oscuras que no puede controlar. Ajeno a las consecuencias que sus decisiones están provocando tendrá que recorrer una senda que no sólo le obligará a enfrentarse a sus miedos, sino a luchar por su propio destino... O perder su alma en el camino.