Eugene juega con el tiempo, como Cortázar, y con la deslumbrante esfera en la que, según Borges, se reúnen todas las realidades. Dialoga con los cuentos misteriosos de Quiroga, y con otras fuentes imprescindibles para lograr este tono, tersura narrativa y hondura psicológica con la que nos mantiene en vilo en cada relato. Desde la voz del yo, nos hace espejos de personajes que, no solo se distinguen por sus pensamientos y obsesiones, sino por la riqueza imaginativa con que fueron construidos.