Celebramos la existencia de esta obra de la excelsa dramaturga puertorriqueña que es Flora Pérez Garay, por la memoria que recoge de un espacio y un momento que fue trascendental en el país. En eso estriba la excelencia de esta comedia puertorriqueña, que como ha sido y debería ser toda buena comedia, más que un divertimento liviano, es un agresivo grito de revolución.