Durante buena parte del siglo XIX, los grandes comerciantes de San Juan, en su mayoría nacidos en España, dominaron el intercambio comercial de Puerto Rico, ejercieron una poderosa influencia sobre diversas actividades económicas en la isla (desde la banca y las compañías de seguros hasta el cultivo del café) y sirvieron como grupo de apoyo del gobierno colonial, beneficiándose de muchas de las políticas impulsadas desde La Fortaleza (es decir, desde el palacio del gobernador, en San Juan), e incluso desde Madrid. Esta hegemonía se extendió, prácticamente, hasta el momento en que estalló la guerra hispano-norteamericana de 1898, que tendría consecuencias trascendentales para la pequeña Antilla, pues supondría el desmantelamiento del cuatro veces centenario régimen español y el establecimiento de un nuevo gobierno colonial, en esta ocasión vinculado a los Estados Unidos de América.