Ya con nostalgia, ya con rechazo, es algo común recordar la escuela de nuestra infancia. Pero de ese edificio, tan temido como venerado, ¿quién conoce el entramado político y social que precedió a la selección de su nombre -Colón o Washington-, de sus símbolos -la Cruz o la bandera estadounidense-, la organización de su espacio como casa-escuela de un solo salón o como escuela de varios salones por grados? Sobre la escuela puertorriqueña, y las transformaciones curriculares y arquitectónicas que afectaron su "fisionomía" entre el siglo XIX y el XX, Ángela López Borrero aclara, mediante esta utilísima investigación, no pocos equívocos históricos tomados hasta hoy como ciertos.