Juan Pantaleón Avilés de Luna Alvarado, el Niño Avilés, tiene un lugar privilegiado en la teratología puertorriqueña. Metáfora de un Puerto Rico impedido para el pleno desarrollo, ha sido elaborado en la gráfica y en la narrativa desde el magnífico retrato que Campeche pintó en 1808. Rafael Trelles revisita la historia de ese niño todo ojos para cuestionar e ilustrar –nunca mejor dicho– nuestro presente de territorio invadido, espoleado y subastado. Aquí, la mirada del infante tullido es, además de hermosa, inquisidora. Como si la maestría de la mano de Trelles se desdoblase en grafo y trazo, Los ojos de Juan Pantaleón es un delicado parpadeo entre el cuento y las ilustraciones del artista.