Esta biografía de Eugenio María de Hostos no se ciñe a la leyenda como se ven las constelaciones desde el suelo, ni el retrato de sus luces peregrinas. Aspira a admirar, en la pincelada del lienzo o en el punto fino de la imagen, como le cimbra la idea de libertad antillana en la palabra, en la animada plática del aula, en la prensa alborotada; aspira a oír en vivo cómo crepita en el granito de su furia su lucha por la incandescencia de América; aspira a palpar, en el polvo del camino aferrado en los zapatos y en la sal de su marear, la tensión entre la humillación y la soberbia; aspira a saborear su hambre, sus desvelos, la pasión complacida o indignada; aspira a ojear con toda indiscreción, por la ventana su soledad moral, la nostalgia del edén huidizo y el racimo alfombrado de cariños; aspira a tomarle el pulso agriado, a oler el aliento desconcertado y la ilusión desvanecida; aspira abrazar la nostalgia de sus sueños fugitivos, y a contar como se lía un ovillo los días de la madrugada del mayor personaje de la historia de Puerto Rico.