La Décima criolla de Luis Llorens Torres tuvo una amplia resonancia en el hueco afectivo por la separación de la tierra que sufrió rural a nivel nacional durante las primeras décadas del siglo XX. En el interior de ese amplio desgarramiento, con su dinamismo en curso a través de los años, la décima apoyó su pie menudo, según expresión de Palés Matos. No obstante, no puede subestimarse el poderoso impacto de la pequeña estrofa. El poder de su resonancia no respondió a recursos poéticos de linaje clásico como el beatus ille o el menosprecio de corte y alabanza de aldea. Con un delicado entramado entre lo dicho y el silencio, entre lo entendido y lo sobreentendido, la décima articuló una realidad alterna al poder expansivo del capital imperial. Nunca antes en toda la compleja historia de la décima, en su dimensión popular tanto en España como en América, el impacto de esta estrofa tuvo su resonancia en un proceso de expropiación con un alcance nacional tan devastador como el ocurrido en Puerto Rico. La conciencia política, económica y cultural de Luis Lloréns Torres le permitió la creación de un canto colocado en el hueco afectivo producido por el desgarramiento entendido entre la población campesina y la tierra.