Seminario
El laberinto nos preserva de la falacia de un camino lineal a nuestro centro. Lo atravesamos con la magia de los signos, umbrales de tiempo hacia lo otro con su vórtice transmutativo. Espejo profundo de la memoria, translucidez de la sombra-imagen entre pasadizos. La alquimia se opera ahí, en el movimiento que llamamos semiotiké.