En El cuerpo abyecto como interlocutor de poder, Jorge Luis Torres, armado de un método arqueológico, estudia de forma detenida la estética de lo sucio y las tensiones entre nación, exilio y autoexilio en la Cuba contemporánea. Es su obra un alegato por la ciudad porque analiza, a través de Trilogía sucia de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez, las distintas capas ideológicas y los contra-discursos que rompen el núcleo duro de la razón de Estado. En esta contralectura, Jorge Luis Torres se sitúa y nos sitúa en la ciudad, en el tema del hombre y en el fracaso de luminosas ideas de futuro creadas en la modernidad y que persisten con su apariencia fantasmal en un escenario de personajes fantasmagóricos y re-convencionados. No tengo la menor duda de que este libro, muy bien escrito y no menos pensado, constituye una contribución al estudio del hombre contemporáneo, de sus grandes utopías y de sus caídas. A Jorge Luis Torres hay que dar el mérito de redefinir, luego de su análisis de la hiperrealidad trabajada por Gutiérrez, nuestra problemática relación con el poder.
-Miguel Ángel Fornerín