Poesía inédita (1946-2001)
Edición de Blanca Hernández Quintana y Fran Garcerá
Yo seguiré aquí. Poesía inédita (1946-2001), bajo la edición de Blanca Hernández Quintana y Fran Garcerá, reúne los veintidós poemarios que permanecían inéditos en el archivo de Pino Ojeda. De este modo, los trescientos setenta poemas inéditos que conforman este volumen permiten completar y profundizar, desde los comienzos de su escritura hasta poco antes de su fallecimiento, en la voz poética de esta singular autora.
Lapland/ Laponia
Te sueño desnuda, bañada de luz.
Y busco tu silencio, tu misterio,
la magia de tus llanuras, tus lagos
poblados de fantasmas. Y busco tus
rezagadas nieves, sobre los senos
oscuros, como besos temblorosos
o linos transparentes. Y rebusco
en tu nochedía la huella de los
seres que te pueblan. Y renos, y hombres
se confunden dentro de mi pupila
de tiempo y vuelo. La añoranza escarba
la tierra donde me naces. Y dueles,
Lapland, agrietas mi serenidad, mi
impaciencia se hace límite, y una
delgada agonía va clavando tu
nombre sobre este paisaje y este mar
que me enraíza. Caminos de estrellas
cruzan mis noches. Esquilas sonoras
sacuden mi somnolencia, despiertan
del letargo las voces que me habitan.
Y busco mapas y cartas marinas,
navego mares, camino montañas,
traspaso nubes de leche-ceniza.
Infranqueables barreras
de bosques salen al paso.
Columnas de humo
rodean la esperanza.
Fuego y sueño
se confunden, crepitan.
Un murmullo
inconfundible va creciendo
en la distancia. Sobre lago-espejos
sombras de lapones y renos. En la
llanura cornamentas como dedos
angustiosos tejen, impacientes,
el velo que habrá de cubrir, con amor, la gran
serenidad de la nochedía.
–
Tus ojos, Amado Nervo...
La dulce oniromancia ha puesto un velo
de neblina ideal a tus pupilas
y hay un vuelo de amorfas hipsipilas
latiendo en el soñar de tu desvelo.
Como la sombra viva de un anhelo
sombra de luz en ignición destilas,
y en el crescendo astral donde rutilas
se desangra tu verso azul de cielo.
Son dos grutas lacustres encendidas
en simas de dolor y arpegio lento
tus ojos, como antífonas perdidas...
Y cantan mudos la coral de argento,
con voces estelares desprendidas
de la clave orquestal del pensamiento.