El reino de la poesía no tiene espacio solo para las propuestas que buscan sanar o embellecer la experiencia humana. Existe también una poesía abyecta, maligna y perversa, que se encarga de purgar el veneno emocional que cargamos todos los días y verterlo en la página. Niños malcriados pertenece a esa esquina oscura del imperio poético y, desde allí, lanza serias preguntas a modo de desafío a quien se atreva adentrarse en sus bosques de letras: ¿somos realmente buenos cuando niños? ¿Son los niños absolutamente inocentes y víctimas? ¿Es eso real?