
Traductora Adriana Caterino
Es temporada de brega y el poeta entra en negociación con una especie de simpático demonio del fracaso: «A cada frustración le doy un beso en la mejilla queriéndole decir que me deslumbro con sus presencias cuando llegan paralelas a mis quereres». Pequeñas inminencias tiran del corazón entre numerosas to do lists pasadas de fecha, encuentros, chit–chats y ecos de incómoda música pentecostal en «El credo» y «El apartamento». Escenario donde elige consagrarse al silencio; a la literatura escrita por mujeres (Mariana Enríquez, Raquel Lanseros, otras). Presto al murmullo de diablillas internas, aunque sea para tatuar un gracioso «666» en la carne del poema.
- Ivellise Álvarez.