Las manos, el oído, los objetos, sus voces, el eco que desde el fondo del estanque responde a la operación muda del recuerdo, y no ya el ojo aferrado al momento imposible de la evidencia. En su más reciente poemario –En este lugar se respira– Sylvia Figueroa retoma el hilo de sus obsesiones, en esta ocasión, desde la perspectiva de un ciego que no lamenta su ceguera. Privilegiando el aliento sobre la imagen, estos poemas palpan, escuchan, atesoran, como un puente tendido entre lo ajeno y lo propio, lo que no alcanzan a ver.
En estos poemas, un objeto puede ser una calle con nombre de árbol, un bosque, un piano envejecido, alguien que se apresta a dar un primer paso, unas fotografías, una casa que canta a todo pulmón o, en palabras de la poeta, algo vivo vertido hacia afuera". Este inventario de materias configura un horizonte de escritura que se interesa más por sentir las superficies, que por encerrarlas en un significado.
En este lugar se respira invita a un recorrido entre cosas, mudanzas y memorias. Sus poemas, tan breves como precisos, recuerdan a un pecho que respira: se contraen solo para abrirse después.
Claudia Becerra