El corazón en huelga urga en la lógica ilogicidad del absurdo isleño. Salvador Villanueva sigue siendo un irónico confeso. De verso atinado y contundente, se abre el corazón sin que lo vean y expone una miríada de temas en donde el yo poético hirsuto, alejado y nostálgico, dolido y solidario (acaso solitario) nos muele sus instantes particulares para dejarnos ver un hombre sensible y sencillo, un poeta maduro y logrado que ha dado la espalda a la escena y al ágora, pero en su empeño noble y sincero, sigue haciendo su arte pulido y logrado como en sus inicios.