En animales de la ruina, Beatriz Llenín Figueroa nos invita a leer para el horizonte. El horizonte puede ser una libélula, un caracol, un árbol. Puede ser todo menos verja, menos muro. La poesía de Llenín Figueroa es antídoto para la prisa de la capital -y del capital también- porque surge de la urgencia de reparar nuestra relación con las costas, los bosques, los animales, las islas. El resultado son poemas a modo relámpago para leer despacio, con tiempo de sobra para contemplar y amar todo lo que vive adentro y afuera. -Guillermo Rebollo Gil