Ánfora: voz propia, voz ajena es un excelente poemario que, en lenguaje asequible, presenta un semillero de ideas y temas con una profundidad sin igual. Muy parecido, a mi modo de ver, a las parábolas de Jesús: pensamiento profundo en lenguaje sencillo. Esto no implica que aquí, allá o acullá no encontremos algún vocablo novedoso que nos lleve por caminos insospechados en la búsqueda del significado y, por supuesto, del conocimiento. Brotan del ánfora diversas voces poéticas que se bifurcan principalmente en dos: voz propia, voz ajena. Esta última llega a un límite insospechado en “Soy Agar” porque en esta exquisitez literaria la voz poética le cede la palabra a una mujer que, además, es esclava; por tanto, sin ningún derecho, incluso a vivir.