El gran poeta puertorriqueño que es Hjalmar Flax nos regala hoy una excelente selección de la obra monumental de su poesía, fruto de más de medio siglo. Su condición de poeta prural -sonetista, versolibrista, autor de haikús, lírico, conversacional, exquisito y cotidiano- se proyecta en su sorprendente, autoparódico y multifacetado sujeto lírico: huérfano, solitario, melancólico, culto, reflexivo, rebelde, poeta, voyeur, blasfemos, sensual, misántropo, cínico, gruñón, descarado, zafio y a la vez delicadísimo. Exitoso atentado contra la solemnidad, la poesía de Hjalmar Flax ha oscilado, desde sus comienzos, entre polarizaciones: la ternura y la ironía, el desafío y la vulnerabilidad, el desamparo y la autosuficiencia, el lirismo y el humor. Una clave fundamental de su acierto poético, más allá del enorme talento y del trabajo oficio, es que Hjalmar Flax, alérgico tanto a la pose literaria como a los ritos del poder, asume su desnudez con valentía y entrega al lector. De ahí la maravilla de su poesía, construida a partir de una introspección profunda que no se alarma ante la propia precariedad y que, dialogando consigo mismo, alcanza la plenitud. Le agradezco al poeta el privilegio gozoso que me ha otorgado durante 20 años: comentar sus versos.