Cuando Josefina Licitra conoció por casualidad lo sucedido el 30 de julio de 1971, se preguntó: ¿Cómo es posible que la mayor fuga planificada en una cárcel de mujeres haya permanecido tanto tiempo silenciada? ¿Cómo ocurrió? ¿Por qué nadie habla de ello? La respuesta tiene que ver con el hecho de que la mujer fuera relegada, incluso dentro de los movimientos de izquierda, al redil «de las pequeñas cosas; a un lugar devaluado, inofensivo y alejado de las marcas discursivas que hoy permiten hablar de igualdad de género».
Tras una larga labor de documentación y después de entrevistarse con muchas de sus protagonistas, la autora ha reconstruido con una destreza cinematográfica los pormenores de un evento carcelario y político que tiene todos los